Viktor Orbán se llama a sí mismo partidario de la "democracia antiliberal". Desde su regreso al poder en 2010, ha socavado repetidamente el pluralismo y la independencia de los medios de comunicación. Después de transformar la radio y televisión públicas en órganos de propaganda, los medios privados se ven reducidos a la esclavitud o al silencio. Los métodos son unas veces sutiles y otras groseros, pero siempre efectivos. Gracias a las maniobras político-económicas y a la toma de control de los medios por parte de oligarcas cercanos al partido gobernante Fidesz, ahora controla el 80% del panorama mediático, liderado por la Fundación Kesma, que agrupa a unos 500 medios progubernamentales. Los medios independientes están discriminados en la distribución de publicidad estatal y en el acceso a la información en poder de las instituciones, mientras que sus periodistas son objeto de campañas de desprestigio en los medios oficialistas, en las que se les etiqueta como promotores de las “informaciones falsas”. Durante la crisis del coronavirus, esto se ha convertido en un delito penal, lo que ha tenido un efecto disuasorio en los periodistas y sus fuentes. Estas diferentes técnicas depredadoras se han revelado de un valor evidente y han inspirado a los aliados polacos y eslovenos de Viktor Orbán.
Tras el cierre del diario
Népszabadsag y después de que los oligarcas se hicieran con los diarios digitales de información
Origo.hu e
Index.hu, las autoridades ahora tienen en la mira al canal de televisión
RTL, al diario
Népszava, a los semanarios
HVG, Magyar Hang y Magyar Narancs, y al digital
24.hu. La última hazaña hasta la fecha es la decisión política del regulador audiovisual, supuestamente independiente, de privar a
Klubrádio de su frecuencia.
DISCURSO OFICIAL: beligerante