Mozambique cuenta oficialmente con cerca de un millar de medios, principalmente diarios o revistas. Sin embargo, muchos de ellos no están activos al no tener un modelo económico viable. El diario público Noticias, controlado por el poder, es el más importante. O País es el diario independiente más popular, mientras que Savana y Canal de Moçambique son igualmente dos semanales independientes muy seguidos. El país cuenta con unas veinte cadenas de televisión y unas cincuenta emisoras de radio.  

Un importante número de medios están controlados directa o indirectamente por las autoridades o por miembros del partido en el poder, el Frelimo. Este control se hizo especialmente evidente durante las elecciones de octubre de 2019, que llevaron a la reelección de Filipe Nyusi, cuando la misión de observación electoral de la Unión Europea constató un desequilibrio en la cobertura electoral. Las trabas al trabajo de los periodistas durante los periodos electorales están a la orden del día.   

La libertad y la independencia del periodismo están, supuestamente, garantizadas por la Constitución, así como por la Ley de Prensa y la del derecho a la información. Pero la legislación apenas se aplica en un contexto marcado por un autoritarismo creciente y un acceso a la información cada vez más difícil. 

El control del Estado sobre la prensa se ejerce también a través de la propiedad de los medios y de la publicidad. Esta última proviene de grandes empresas públicas heredadas de la era comunista y su economía hipercentralizada, y constituye una forma de influencia considerable. Este dominio permite numerosas injerencias en la línea editorial de los medios, tanto públicos como privados, que tienen una libertad demasiado débil como para criticar al presidente.  

Las consecuencias de 25 años de partido único (1975-1990) se dejan notar en el debate público. El miedo y el secretismo siguen siendo un obstáculo para la difusión de la información. El sexismo sigue estando ampliamente extendido y limita el acceso de las mujeres a la profesión.

Los ataques contra los periodistas se han multiplicado en los últimos años, al igual que la retórica hostil hacia ellos. Son víctimas de amenazas de muerte, de palizas por parte de la policía e incluso de crímenes. El asesinato del periodista João Fernando Chamusse, en diciembre de 2023, da testimonio de la impunidad que reina en el país. Por otro lado, es casi imposible que los reporteros puedan desplazarse al norte del país, donde una insurrección islamista causa estragos desde 2017, sin correr el riesgo de ser detenidos. Los medios internacionales no se libran de este apagón informativo y tienen cada vez más dificultades en la obtención de autorizaciones para cubrir este territorio.