Reporteros sin Fronteras, organizaciones defensoras de la libertad de expresión y asociaciones de periodistas afganas hacen un llamado para que se establezca un compromiso firme a favor del derecho de informar
Diez años después de la caída del régimen talibán y en vísperas de la segunda Conferencia Internacional sobre Afganistán, que tendrá lugar en Bonn el 5 de diciembre de 2011, las asociaciones de periodistas y las organizaciones defensoras de la libertad de expresión en Afganistán, a las que se une Reporteros sin Fronteras, hacen un llamado al gobierno afgano y a la comunidad internacional para que se comprometan de forma clara a defender la libertad de expresión y la libertad de informar en el país.
El paisaje mediático en Afganistán nunca había sido tan rico y diverso: el país cuenta con 200 publicaciones (prensa escrita), 44 canales de televisión, 141 radios y más de 8 agencias informativas. Sin embargo, la violencia contra la prensa y los profesionales de la información ha aumentado en los últimos diez años.
Las asociaciones de periodistas y las organizaciones defensoras de la libertad de expresión de Afganistán, así como Reporteros sin Fronteras, han registrado cientos de exacciones entre 2001 y 2011. El año 2009 fue el más sombrío: se contabilizaron 85 casos de violencia; la mayoría de ellos tuvieron lugar en las provincias de Kabul, Herat y Helmand. Algunas zonas, como el sur y el este del país, han sido calificadas como “hoyos negros de la información”. El control de los talibanes en estas regiones frena toda actividad de periodismo libre.
Tenemos la convicción –y la experiencia de estos diez últimos años la confirma– de que la paz, la seguridad y el respeto de las libertades fundamentales sólo serán posibles si existen medios de comunicación independientes y se garantiza la seguridad de los periodistas. Nunca en su historia el pueblo afgano había tenido tan amplio acceso a una información libre, producida por los afganos para los afganos. No obstante, debido a la frágil situación del país, el riesgo de perder este logro crece cada día.
Actualmente en diversas regiones del país, los enemigos de la libertad de expresión –en ocasiones con la complicidad del poder– buscan cuestionar este derecho adquirido por una gran lucha del pueblo afgano.
La falta de transparencia en la construcción de la paz y las negociaciones secretas con las grandes potencias, cuyos objetivos permanecen ocultos para el pueblo, conducen hacia un futuro inquietante, donde la democracia y las libertades, piedras angulares de una paz durable, serán sacrificadas por una paz temporal o por acuerdos políticos nacionales e internacionales.
Los medios de comunicación siguen siendo amenazados no sólo por los talibanes (quienes están a punto de retomar el poder debido a los errores estratégicos de las fuerzas internacionales, la corrupción y la incompetencia de algunos políticos), sino también por los dirigentes políticos locales y por una parte de las instituciones religiosas que tienen estrechos vínculos con el poder. El silencio del presidente Hamid Karzai sobre las maniobras de algunas autoridades y organizaciones que violan la libertad de prensa es muy preocupante; se ha vuelto particularmente sospechoso desde que el presidente prefiere consultar a los integristas y a otros enemigos de las libertades fundamentales, antes que a los periodistas y a las organizaciones de medios de comunicación.
Esto nos lleva a pensar que la censura de la prensa forma parte de un plan destinado a asegurar el regreso de los talibanes al poder.
Las organizaciones de defensa de la prensa y Reporteros sin Fronteras consideran que la paz y la coexistencia pacífica en Afganistán no podrán garantizarse sin la participación de toda la sociedad. En estos últimos diez años se han tomado decisiones y efectuado maniobras burocráticas que han perjudicado la libertad de prensa. ¿Cómo luchar contra la corrupción y la creciente pobreza sin medios de comunicación libres para informar a la población?
La censura y la autocensura impuestas por los talibanes, los traficantes de drogas y los señores de la guerra también han contribuido a la situación actual. Durante los últimos diez años los medios de comunicación independientes no han podido desempeñar su papel para ayudar a reformar el poder y ser el motor del cambio. Habría sido más eficaz y menos costoso dejarlos que libremente denunciaran la corrupción e informaran sobre los narcotraficantes, el estado de derecho, la reforma del sistema judicial y legislativo. Sin embargo, no es demasiado tarde.
La violencia, las medidas arbitrarias y la permanente inquisición religiosa son algunas de las principales amenazas que padecen los periodistas. Reporteros sin Fronteras y las organizaciones de periodistas y de medios de comunicación en Afganistán exigen a las autoridades que pongan fin a todo hostigamiento y toda discriminación realizados sobre una base religiosa, étnica o tribal.
Los periodistas afganos han pagado caro el ejercicio de su profesión, 16 de ellos han perdido la vida desde 2001. En algunos de estos casos nunca se hizo justicia. Aún no han sido identificados ni castigados los responsables de la muerte de Zakia Zaki, jefe de redacción de Peace Voice Radio (Sadae-Suhl Radio); de Abdul Samad Rohani, periodista de la BBC y de la agencia Pajhwok, y de Jawed Ahmad, periodista freelance que trabajaba para Canada Television Network. La incompetencia de la policía y de las autoridades judiciales para arrestar y juzgar a los asesinos de periodistas cuestiona la capacidad del gobierno de Kabul de garantizar un estado de derecho.
Sultan Mohammad Munadi y Ahmad Omid Khpalwak fueron asesinados por las fuerzas internacionales. La Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (FIAS) reconoció su responsabilidad en la muerte de Ahmad Omid Khpalwak. Pero las fuerzas británicas y el Ministerio del Interior afgano nunca revelaron los resultados de la investigación por la muerte de Sultan Munadi, asesinado durante una operación de rescate cuando se encontraba secuestrado, junto con un periodista británico, por los talibanes. La seguridad de los periodistas implica la responsabilidad incondicional de cada parte involucrada en el conflicto.
La impunidad alienta la violencia contra los periodistas, en particular cuando se trata de mujeres. En estos últimos años éstas han sido cada vez más el blanco de amenazas de diferentes organizaciones, en especial de los talibanes. En Kunduz y Gazni los talibanes atacaron a mujeres periodistas y acabaron con los medios de comunicación dirigidos por ellas. En Kabul las fuerzas de seguridad golpearon numerosas veces a periodistas cuando éstas desarrollaban sus actividades profesionales. Debido a presiones y temores por su seguridad, muchas prefirieron abandonar su empleo.
La violencia contra los periodistas con frecuencia es ejercida por grupos religiosos, apoyados por las autoridades afganas. Los comunicados del Consejo de Ulemas de Afganistán condenan mucho más a menudo a los profesionales de la prensa que a los talibanes, los terroristas, los jefes de la guerra o los traficantes de droga. En algunas provincias las autoridades locales amenazan a los profesionales de la prensa de forma cotidiana. Las fuerzas de seguridad, en lugar de defenderlos, los arrestan y los acusan de espionaje.
Jefes de la guerra y algunos regímenes extranjeros –en particular los de Paquistán e Irán, que poseen medios de comunicación en Afganistán que les permiten intervenir en los asuntos internos del país– difunden cada vez más la propaganda de los fundamentalistas. La prensa libre se encuentra literalmente rodeada por estos medios de comunicación, los talibanes y autoridades gubernamentales corruptas la empujan al silencio.
No obstante, la Constitución y la ley de medios de comunicación garantizan la libertad de prensa. Aún falta que estos textos sean aplicados, lo que no sucede debido a las divergencias políticas. La ley debe completarse y hacerse efectiva cuanto antes. Los medios de comunicación públicos deben estar protegidos de las presiones del gobierno y se debe respetar su independencia. El gobierno debe vislumbrar prioritariamente la redacción de una ley que facilite el acceso a la información.
Después de haber fallado en varias ocasiones, Afganistán se encuentra hoy frente a una oportunidad histórica. Sin embargo, algunos observadores han previsto el fracaso de la construcción del país. Más allá de los combates que se desarrollan en las líneas del frente y en las zonas de conflicto, el pueblo afgano libra todos los días una guerra por la paz y contra la violencia. Tiene el derecho de ser informado.
Los organizadores y participantes de la Conferencia de Bonn, así como la comunidad internacional en su conjunto, deben comprometerse de forma clara en la protección de la libertad, la democracia y los derechos del pueblo afgano.
La libertad de expresión, el respeto de los derechos de las mujeres y de los derechos humanos son los principales retos de Afganistán. Debemos recordar que la paz no podrá restaurarse sin democracia ni sin libertades.
Unión Nacional de Periodistas de Afganistán (UNJA)
Asociación de Periodistas Independientes Afganos (AIJA)
Organización de defensa de la libertad de prensa NAI
Southern Asia Women Association in Afghanistan
Reporteros sin Fronteras