Análisis trimestral de Brasil. Cómo el presidente Jair Bolsonaro, intenta acallar metódicamente a la prensa crítica
Reporteros sin Fronteras (RSF) presenta la primera edición de una serie de publicaciones trimestrales dedicadas a mostrar la situación de la libertad de prensa en Brasil en 2020. En esta primera entrega, RSF da a conocer la estrategia del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, para desacreditar y hacer más vulnerables a los periodistas y a los medios de comunicación que le molestan.
Insultar, desacreditar, estigmatizar y ridiculizar a los periodistas cuando publican información que va contra sus intereses o los de su gobierno. Este es el método que ha empleado Jair Bolsonaro desde que asumió la presidencia de Brasil, en enero de 2019, apoyado por su familia, algunos ministros y un ejército de simpatizantes muy activos en las redes sociales.
Aunque estos sistemáticos ataques a la prensa adquieren múltiples formas, existe una clara estrategia cada vez mejor engrasada: fomentar y mantener la desconfianza hacia el trabajo de los periodistas, socavar su credibilidad y construir poco a poco un enemigo común. También tienen otro objetivo: no tener que responder en esencia a las preguntas que le hacen sobre temas fundamentales y seguir controlando el debate público. Durante el primer trimestre de 2020 RSF registró que al menos en 32 ocasiones Bolsonaro agredió a periodistas o a la prensa en general; en promedio, una vez cada tres días. El siguiente gráfico lo muestra.
La crisis del coronavirus como un factor revelador
“La población descubrirá en breve que fue engañada por los gobernadores de los estados y por la prensa”, afirmó el presidente durante una entrevista transmitida por el canal Record TV el domingo 22 de marzo de 2020. Ese día, según registros oficiales, en Brasil había 1.800 personas contagiadas y 34 habían fallecido debido al coronavirus. Dos días después, en un discurso nacional televisado, tras haber calificado al Covid-19 de “pequeño resfriado”, añadió: “una gran parte de los medios de comunicación propagan un sentimiento de temor explotando el gran número de víctimas que hay en Italia, un país en el que hay muchas personas mayores y donde el clima es completamente diferente al nuestro […] Un guión perfecto difundido por los medios de comunicación para que la histeria se apodere de nuestro país”. El 28 de marzo el Ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, siguiendo los pasos del presidente, señaló en una entrevista que el trabajo de la prensa era “sórdido” y “tóxico”, e invitó a los brasileños a “apagar un poco la televisión”.
Mientras que el virus se propagaba en el país –al cierre de esta edición se habían registrado 28.32 casos de contagio y 1.736 personas habían fallecido a causa del Covid-19–, el presidente se obstinaba en negar la crisis sanitaria y se pronunciaba contra el confinamiento. El 29 y el 30 de marzo de 2020 el jefe de Estado publicó en las redes sociales tres videos en los que se le veía pasear por las calles de Brasilia, mezclándose con la población, poniendo en tela de juicio la utilidad del confinamiento –una conducta que va en contra de las consignas de su propio gobierno y de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS)–. Estos videos fueron suprimidos por Twitter e Instagram (un hecho raro tratándose de un jefe de Estado) debido a su irresponsable postura.
Mensajes de la cuenta de Twitter del presidente suprimidos por la plataforma el 29 de marzo de 2020
Ridiculizar a la prensa en público; “linchamientos en línea”
Los ataques de Bolsonaro a los periodistas han aumentado desde el inicio de la campaña presidencial (finales de 2018). Sin embargo, la crisis generada por el Covid-19 los ha puesto de relieve. Así, a inicios de 2020 dieron un nuevo giro. Hábilmente, el presidente ha encontrado la manera de ridiculizar a la prensa en público.
El 3 de marzo de 2020, durante la conferencia de prensa del mandatario en el Palacio de la Alvorada, la sede del poder ejecutivo, en Brasilia, tuvo lugar una escena surrealista que fue difundida en directo a través de las redes sociales por la presidencia. Jair Bolsonaro descendió del vehículo oficial acompañado por un cómico vestido como el presidente, que repartió plátanos a los periodistas (en Brasil, en lenguaje popular, dar un plátano es como mostrar el dedo de en medio). Después, cuando le molestó una pregunta sobre los malos resultados económicos de Brasil, el mandatario, riendo, pidió al comediante disfrazado que respondiera en su lugar.
El presidente de Brasil y el cómico vestido como él, ridiculizando a los periodistas el 3 de marzo de 2020 en Brasilia (Foto: Dida Sampaio / Estadão Conteúdo)
El jueves 26 de marzo Bolsonaro humilló a ese mismo grupo de periodistas. El presidente se dirigió a sus simpatizantes riendo: "cuidado pueblo brasileño, esa gente [dijo apuntando a los reporteros] dice que estoy equivocado y que todos ustedes deben quedarse en su casa. [Luego añadió, mirando a los periodistas] Entonces, ¿qué hacen ustedes aquí? ¿No tienen miedo del coronavirus? ¡Váyanse a su casa!".
Estos constantes ataques tienen un gran eco en las redes sociales, en las que el presidente es muy activo y no duda en difundir noticias falsas (por ejemplo, sobre el uso de la cloroquina). La Asociación Brasileña de Emisoras de Radio y Televisión (Albert) señaló en su informe anual que en 2019 había registrado cuatro millones de ataques en línea a medios de comunicación profesionales y periodistas, lo que se traduce en siete ataques por minuto. Este informe también indica que se registraron 39,2 millones de post que contenían las palabras ‘prensa’, ‘periodista’, ‘periodismo’ y ‘medios de comunicación’; 10% de ellos eran ataques directos, provenientes sobre todo de políticos y de portales de noticias conservadores cercanos al presidente. Según este informe, “los periodistas que publican contenidos críticos del gobierno se han convertido en blanco de ataques en línea, difundidos por robots y por simpatizantes del gobierno que buscan minar la credibilidad de la prensa”. Una de las principales víctimas de estas agresiones son las mujeres.
Mujeres periodistas, entre los principales blancos
Patricia Campos Mello, experimentada periodista del diario Folha de Sao Paulo, quien también fue reportera de guerra, es una de las principales víctimas del ‘sistema Bolsonaro’. En octubre de 2018 publicó un reportaje sobre un caso en el que estaba implicado Bolsonaro: unos empresarios habían financiado de forma ilegal una campaña de desinformación a través de WhatsApp para influir en los votantes durante las elecciones presidenciales de 2018. Tras la publicación de este reportaje, la periodista sufrió una serie de insultos y amenazas de los simpatizantes de Bolsonaro, que entonces era candidato a la presidencia. El 11 de febrero de 2020 la Comisión Mixta Parlamentaria de Investigación de noticias falsas (Comissão Mista Parlamentar de Inquérito das Fake News, CPMI) hizo comparecer como testigo a Hans Nascimento, empleado de una de las empresas de marketing digital que se sospecha participó en el envío masivo de mensajes de WhatsApp con información falsa. Nascimento aseguró que la periodista le había ofrecido sexo a cambio de que le proporcionara cierta información. Estas aseveraciones fueron desmentidas inmediatamente por la periodista y por Folha de São Paulo. Sin embargo, dieron lugar a que el presidente hiciera escabrosos comentarios contra Patricia Campos Mello, de los que se hicieron eco funcionarios del gobierno federal. El diputado Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente, señaló frente al hemiciclo que no dudaba que, “como afirmaba Hans, Patricia Campos Mello hubiera ofrecido tener relaciones sexuales a cambio de información, para perjudicar la campaña de Jair Bolsonaro”. Sus insinuaciones fueron ampliamente difundidas en las redes sociales y provocaron de nuevo una ola de amenazas e insultos sexistas y misóginos contra la periodista.
Vera Magalhães, reconocida periodista del periódico O Estado de S. Paulo y presentadora del famoso programa político Roda Viva, del canal TV Cultura, sufrió en el primer trimestre de 2020 numerosas agresiones. Vera Magalhães reveló en Twitter que Bolsonaro mintió y que había incitado a sus simpatizantes a manifestarse contra el Supremo Tribunal Federal (STF) y el Congreso Nacional, lo que provocó que se presentara una petición oficial de impeachment (destitución) del presidente, por el delito de ‘responsabilidad’. Tras ello, la periodista sufrió una oleada de ataques en línea de Bolsonaro, sus hijos y personas cercanas a él.
Los hijos del presidente son muy ofensivos y agresivos con los periodistas en las redes sociales. Según información de RSF, tan solo en el mes de marzo de 2020 Eduardo Bolsonaro agredió al menos treinta veces a la prensa.
La diputada Joice Hasselmann, ex aliada del presidente, reveló que existía un “gabinete do ódio” (gabinete del odio) que difunde a gran escala ataques a periodistas. Este grupo, conformado por asesores cercanos al presidente y coordinado por el segundo hijo del mandatario, Carlos, tiene en el punto de mira a los periodistas Patricia Campos Mello, Constança Rezende y Glenn Greenwald, quienes a menudo padecen campañas de odio en las redes sociales debido a sus revelaciones sobre el gobierno brasileño. Este gabinete del odio se encuentra en la lista de predadores digitales de la libertad de prensa publicada por RSF el 10 de marzo de 2020.
Los casos de Patricia Campos Mello y Vera Magalhaes muestran el craso machismo que caracteriza el comportamiento de Bolsonaro y sus simpatizantes. A petición de la ONU, la Associação Brasileira de Jornalismo Investigativo (Abraji) elaboró un informe publicado el 13 de marzo de 2020, que describe detalladamente las condiciones en que trabajan las periodistas brasileñas (casos de ataques misóginos, descrédito de su trabajo o publicación de sus datos personales). Según este informe, entre enero de 2019 y febrero de 2020 se registraron al menos 20 casos de “violencia de género” contra periodistas brasileñas. Las autoridades fueron responsables de 16 de ellos.
Presiones judiciales y económicas: cuando se involucra a la estructura del Estado
Además de recurrir a sus fieles simpatizantes, Bolsonaro también se vale de las instituciones públicas en su lucha contra la prensa crítica e independiente.
El encarnizamiento que sufrió el periodista estadounidense Glenn Greenwald, fundador del sitio web informativo The Intercept Brasil, es el mejor ejemplo de ello. Desde junio de 2019 The Intercept Brasil ha publicado una serie de reportajes en los que ha dado a conocer graves irregularidades en el caso Lava Jato –“lavado a presión” en portugués, investigación judicial que reveló un asunto de corrupción en el que estaban implicados empresarios y políticos–. Los reportajes, que se basaron en comunicaciones privadas entre fiscales y miembros del poder judicial de Brasil, filtrados por una fuente anónima, desencadenaron una ola de ataques contra Glenn Greenwald, su familia y sus colegas de trabajo. En julio de 2019 Bolsonaro dijo que el periodista de investigación podría “ser encarcelado” sin dar a conocer ningún argumento. El 21 de enero de 2020 la Fiscalía Federal de Brasil acusó formalmente al periodista de haber "ayudado, alentado y guiado" al grupo de piratas informáticos que le proporcionó la información. Esta acusación se basó en una conversación entre el periodista y uno de los piratas informáticos, cuyo contenido fue encontrado en un ordenador incautado por la policía. Paradójicamente, esta misma conversación había llevado previamente a la policía federal a concluir que el periodista había adoptado "una postura cautelosa y distante en relación con la comisión del pirateo". Asimismo, en agosto de 2019 la Corte Suprema de Brasil había reafirmado el derecho constitucional a la protección de las fuentes. Las nuevas acusaciones de la fiscalía son absurdas e injustificadas, podrían interpretarse como una represalia política por el trabajo del periodista y su equipo.
Este tipo de presiones judiciales, muy frecuentes en Brasil, generalmente están acompañadas de presiones económicas con las que el gobierno busca asfixiar a los medios de comunicación que le molestan. En varias ocasiones el presidente y su equipo han incitado públicamente a boicotear a las marcas que se anuncian en Folha de São Paulo –Bolsonaro hizo que se excluyera este diario de todos los puntos de distribución de la administración pública– y han pedido directamente a los empresarios que no compren anuncios en medios de comunicación críticos con las autoridades (Folha de São Paulo, revista Época, Globo); Bolsonaro también les ha sugerido que se anuncien en los medios de comunicación “alineados al gobierno”. Una extraña concepción del pluralismo.
Por otra parte, desde el inicio de 2020 la Secretaría de Comunicación (Secom) de la presidencia, que se encarga de asignar la publicidad del Estado, está en la mira del Tribunal de Cuentas de la Unión (TCU) por no haber respetado los criterios de transparencia y equidad en la distribución de la publicidad oficial. Los grupos Record y SBT –cuyos propietarios, Edir Macedo y Silvio Santos, respectivamente, son íntimos del presidente– han recibido más recursos que Globo, que posee una audiencia mucho mayor. Bolsonaro está continuamente en conflicto con este grupo.
Frente a estas constantes e institucionalizadas violaciones a la libertad de prensa, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA) organizó una audiencia pública el viernes 6 de marzo de 2020 en Puerto Príncipe, la capital de Haití, en la que participó RSF, junto con otras organizaciones. Es la primera vez que la CIDH realiza una audiencia pública para abordar la situación de la libertad de expresión en Brasil, un acto simbólico que muestra que la OEA reconoce el gran deterioro de la situación desde que Bolsonaro ascendió al poder.
Brasil se encuentra en el lugar 105, entre 180 países en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2019 de RSF.