Un fotógrafo palestino de la AFP fue agredido por dos guardias fronterizos israelíes, el 19 de diciembre, en Naplus. Esta agresión viene a aumentar un poco más el balance de trabas a la libertad de prensa, perpetradas en los Territorios palestinos ocupados, en 2002.
El 19 de diciembre, en un control militar en las cercanías de Naplus (Cisjordania), dos guardias de fronteras israelíes golpearon a Jaafar Achtiyé, un fotógrafo palestino que trabaja para la Agencia France- Presse (AFP).
"Las autoridades palestinas tienen fácil amenazar y agredir a los periodistas que residen y trabajan en los Territorios ocupados, con la excusa de que están luchando contra el terrorismo palestino", manifestó Robert Ménard, secretario general de Reporteros Sin Fronteras. "Como siempre, tras cada incidente de este tipo, pedimos la apertura de una investigación que permita identificar y sancionar a los autores de estas trabas a la libertad de prensa. Desgraciadamente, los compromisos asumidos por el ejército israelí para yugular la violencia de algunos soldados con los periodistas, solo se han mantenido en muy pocos casos", añadió.
Jaafar Achtiyé fue golpeados a puñetazos por dos guardias fronterizos israelíes (que, sin embargo le identificaron claramente como periodista) cuando, el 19 de septiembre, hacia las 10 de la mañana, se presentó en un control de la carretera entre Naplus y la localidad de Salim. Le amenazaron con incautarse de su aparato fotográfico aunque luego modificaron su intención, al darse cuenta de que no había tomado ninguna foto. Antes de dejar que el fotógrafo se marchara, los guardias de fronteras amenazaron matarle, si volvía por aquel lugar. Ni la AFP, ni Reporteros Sin Fronteras, han conseguido encontrar al portavoz de la policía fronteriza, para comentar el incidente.
La organización quiere dejar constancia de que, durante el año 2002, han alcanzado proporciones alarmantes las trabas al trabajo de los medios de comunicación que cubren el conflicto entre israelíes y palestino:
Tres periodistas encontraron la muerte en los Territorios ocupados, entre ellos Raffaele Ciriello, corresponsal del diario italiano Corriere della Sera, el 13 de marzo de 2002, en Ramallah. Según nuestras informaciones, y a falta de la investigación prometida por las autoridades israelíes, esos dramas son imputables al excesivo uso que hace de la fuerza el ejército israelí.
Ocho periodistas, entre ellos dos franceses y un norteamericano, resultaron alcanzados por balas cuando efectuaban reportajes sobre ciudades palestinas ocupadas por el ejército. En la mayoría de los casos, los periodistas eran claramente identificables, y no representaban ningún peligro para los militares. Resultaron heridos a consecuencia de disparos conminatorios o de intimidación que, ciertamente, no tenían intención de matar, pero que les causaron heridas que, en ocasiones, resultaron graves.
Una quincena de periodistas palestinos fueron encarcelados, sin proceso ni juicio, de acuerdo con el procedimiento de la detención administrativa, en períodos que van de uno a ocho meses. Dos de ellos, Khalid Alí Mohammed y Nizar Ramadán, continúan detenidos desde abril y junio de 2002, respectivamente, mientras que las autoridades israelíes no han proporcionado ningún elemento sobre los hechos que se les imputan.
En los Territorios ocupados, decenas de periodistas fueron amenazados, agredidos, tomados como blanco en un control militar y el ejército israelí les confiscó su material. Por lo que sabemos, como han sido excepcionales las sanciones para los autores de estos atentados contra la libertad de prensa, en el seno del ejército se ha desarrollado un sentimiento de impunidad.
Desde hace ahora dos años, la Oficina Gubernamental de Prensa (GPO) renueva con cuentagotas las acreditaciones de prensa de los periodistas palestinos, entre los que figuran colaboradores, desde hace mucho tiempo, de las agencias internacionales de prensa, tales como la Agencia France-Presse, Reuters y Associated Press.
La pasividad del ejército para poner remedio a las numerosas violaciones de la libertad de prensa, así como los discursos de los altos responsables, acusando globalmente a los medios de comunicación extranjeros de "parcialidad", "pereza", e incluso de aprovecharse de la hospitalidad de los israelíes para "sodomizarlos" (sic), pone de manifiesto una hostilidad creciente frente a la prensa internacional. Esta estrategia, aparte de resultar especialmente violenta, va dirigida a acallar las fuentes de información y a controlar la cobertura del conflicto por los medios de comunicación extranjeros.
Las acusaciones de "masacre" que, en abril de 2002, siguieron a los combates entre israelíes y palestinos en el campo de refugiados de Yenín son, desde ese punto de vista, reveladoras de los nefastos efectos de una política que intenta limitar la información y prohibir la presencia de periodistas.