Con ocasión del 3 de mayo de 2008, Día Internacional de la Libertad de Prensa, Reporteros sin Fronteras publica, por primera vez, una investigación sobre la violencia ejercida con algunos periodistas en la Unión Europea (UE). Amenazas, intentos de asesinato y agresiones, son una realidad en Francia, Italia, España, Irlanda del Norte, Dinamarca y otros lugares.
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Con ocasión del 3 de mayo de 2008, Día Internacional de la Libertad de Prensa, Reporteros sin Fronteras publica, por primera vez, una investigación sobre la violencia ejercida con algunos periodistas, en varios países de la Unión Europea (UE).
En la Unión Europea existe una libertad real. No hay ningún periodista asesinado por orden de un Estado, ninguno encarcelado, y ha desaparecido la censura oficial. Los medios de comunicación expresan opiniones diversas y generalmente está garantizado el pluralismo de las ideas. Sin embargo, la situación no es perfecta.
Amenazas dirigidas a periodistas, intentos de asesinato por parte de grupos privados, agresiones, intimidación de las familias: este tipo de hechos, de una especial gravedad, existen hoy en el espacio europeo.
En Francia, cuando cubren los suburbios, los periodistas corren el peligro de sufrir violencia física. Desde las revueltas de noviembre de 2005, la situación ha adquirido un aspecto inquietante, sobre todo en la región parisina. En dos años y medio, a decenas de fotógrafos, camarógrafos y reporteros les han maltratado físicamente. Bénédicte Agoudetsé, periodista de Le Parisien, fue agredida en Villiers-le-Bel en febrero de 2008. Para ella, y para otros, la situación se deteriora.
En Italia, las amenazas proceden de la mafia, o más bien de las mafias, que actúan en el sur del país: la Camorra en Nápoles, la ‘ndragheta en Calabria, Cosa Nostra en Sicilia y Sacra Corona Unita en Puglia. En total, una decena de periodistas trabajan con protección policial. Las amenazas, cartas anónimas, neumáticos pinchados y coches rayados se cuentan por centenares. Todos los periodistas que escriben sobre las actividades de la mafia han recibido, en un momento u otro, un mensaje, una señal, advirtiéndoles que están vigilados.
Lirio Abbate, de 38 años, corresponsal en Palermo, Sicilia, de la agencia de prensa Ansa, vive permanentemente protegido por la policía. Según el, los periodistas están cada vez más expuestos: “Desde hace diez o quince años, los capos mafiosos han cambiado. Ya no son agricultores, hombres de la tierra. Ahora son doctores, políticos, han recibido una buena educación. Saben hasta qué punto es importante la información, y que hay que manipularla. La violencia es solo una parte de las presiones. A los periodistas también se les puede corromper y comprar”.
En España, en el País Vasco, los periodistas soportan, en ocasiones desde hace muchos años, las intimidaciones de la organización terrorista Euskadi Ta Askatasuna (ETA). Según Gorka Landaburu, director del semanario Cambio 16, “en 2000, la presión alcanzó el punto álgido a causa de los asesinatos y, entre ellos, los de periodistas. José Luis López de Lacalle, de El Mundo, fue abatido con varios disparos en aquel tiempo. Un año después, yo mismo sufrí un intento de asesinato. Resulté gravemente herido en la explosión de un paquete bomba. He perdido varios dedos y la vista del ojo izquierdo”.
Un colega del diario madrileño El País explica, amparado en el anonimato, su cansancio frente a la violencia: “Los últimos años han sido muy duros. Las dificultades proceden del clima general, de un sentimiento de crispación que dificulta nuestro trabajo. Estoy cansado de todo esto. Dura desde hace demasiado tiempo”.
En Irlanda del Norte, varios reporteros continúan recibiendo amenazas de muerte, a pesar del proceso de paz puesto en marcha en los últimos años y la formación, en 2007, de un gobierno regional que agrupa antiguos enemigos, unionistas y republicanos. Las amenazas proceden generalmente de grupos paramilitares unionistas, como el Ulster Defence Association. Con frecuencia están implicados en asuntos de tráfico de droga y extorsión. También intimidan a los periodistas algunos grupos disidentes procedentes del Ejército Republicano Irlandés (IRA, que entregó las armas de acuerdo con el proceso de paz).
Los periodistas que trabajan allí explican que la protección proporcionada por la policía y el gobierno a las personas amenazadas normalmente es muy poca, e incluso nula. Y todavía no han detenido a los asesinos del periodista de investigación Martin O'Hagan, al que mataron en 2001.
En septiembre de 2007 enviaron una bala a un canal de televisión de Belfast. Le acompañaban unas palabras. Llevaba el nombre, la dirección y el número de matrícula del coche de Robin Livingstone, redactor jefe de Andersonstown News, un diario leido principalmente por la comunidad católica, nacionalista y republicana. El periodista ha jurado seguir publicando ese tipo de reportajes, pero reconoce que las amenazas tienen un efecto “glacial” sobre la libertad de prensa.
En Dinamarca, los servicios de inteligencia de la policía desbarataron, el 11 de febrero de 2008, un proyecto de atentado a Kurt Westergaard, el autor de la caricatura de Mahoma más controvertida. Desde entonces se ve obligado a vivir protegido por los servicios secretos daneses, cambiando de casa cada dos semanas. A los 73 años, sigue dibujando en Jyllands-Posten, pero está marcado por las amenazas de muerte recibidas y las medidas de seguridad que, probablemente, le acompañarán todavía durante muchos meses.
A lo largo de los últimos años también se ha usado la violencia con periodistas en Suecia, Bulgaria, Rumania, Hungría, República Checa y Chipre, entre otros.
Es imposible contabilizar de manera exhaustiva todos los casos. Pero las amenazas serias, agresiones e intimidaciones directas se cuentan por cientos en toda Europa.