Permitido desde 1993, el trabajo por cuenta propria ha tenido un éxito tan grande que el gobierno cubano ha visto en él une amenaza económica y política. Todos los oficios menores han sido ahora sometidos a restricciones severas.
Por Oscar Espinosa Chepe
Permitido desde 1993, el trabajo por cuenta propria ha tenido un éxito tan grande que el gobierno cubano ha visto en él une amenaza económica y política. Todos los oficios menores han sido ahora sometidos a restricciones severas.
La caída del Muro de Berlín y el posterior desplome del bloque soviético trajeron consecuencias desastrosas para la sociedad cubana, al perderse las enormes subvenciones que durante decenios fluyeron del Este de Europa. El régimen de La Habana tuvo que iniciar ciertas transformaciones económicas que por mucho tiempo se había negado a ejecutar.
Entre los cambios está el permitir el Trabajo por Cuenta Propria (TPCP), o sea independiente del Estado, en 157 oficios como carpinteros, barberos, elaboradores-vendedores de alimentos, albañiles, etc. Esta medida fue limitada desde sus inicios, pues la mayor amplitud autorizada ha sido la de los restaurantes familiares; los llamados "paladares", con capacidad de hasta doce sillas. Sin embargo, en ellos no se puede vender pescado, marisco, carne de res y una amplia lista de productos, si no son comprados en divisas y con altísimos precios, en tiendas del Estado.
Las demás actividades también fueron permitidas con severas restricciones, destacándose la imposibilidad de contratar personal asalariado, la negación de que un graduado universitario pueda dedicarse al TPCP, y la proscripción de la división social del trabajo al establecerse que una persona solamente puede vender lo que produzca directamente. A todo ello se agrega la carencia de un mercado mayorista para que los cuentrapropistas puedan adquirir sus insumos, obligándolos así a comprarlos en divisas en las tiendas estatales.
A pesar de estas barreras, muchas personas solicitaron las correpondientes licencias, y a finales de 1995 eran más de 205 000 laborando en los distintos oficios permitidos, segun cifras ofíciales. Este movimiento a la vez que ha contribuido a crear puestos de trabajo e ingresos para el presupuesto, coadyuva al méjoramiento de los servicios y bienes ofrecidos a la población, y ha respaldado en alguna medida la depreciada moneda nacional.
No obstante los indudables beneficios que trajo el cuentapropismo en los años posteriores a su implementación, las autoridades han hecho todo lo posible para ponerle obstáculos, logrando su radical disminución. De acuerdo con lo infomado recientemente por la Oficina de Racaudación Tributaria (ONAT), la cantidad de personas dedicadas al TPCP decayó a 109 502 a medidados del 2000.
Para desestimular y asfixiar el cuentapropismo fundamentalmente se han elevado constantemente los impuestos: se imponen astronómicas multas imposibles de pagar por estas microempresas, las licencias son retiradas con el menor pretexto, y se crean continuamente limitaciones y prohibiciones, estableciéndose un clima de total inseguridad. Asimismo, están paralizadas las nuevas autorizaciones para ejercer el TPCP en diversos oficios, como los transportistas, los elaboradores-vendedores de alimentos, hojalateros, plomeros, etc.
En ocasiones las restricciones se deben a la falta de fuerza de trabajo especializada, ya que la mayoría de las personas prefieren el TPCP a laborar con el Estado, debido a sus bajos salarios. Además, desde el punto de vista político, el TPCP provoca una situación embarazosa para el gobierno, ya que resulta mucho más eficiente, y brinda servicios y artículos de mayor calidad que los ofrecidos tradicionalmente por sus empresas. Sin embargo, el principal motivo de la ojeriza contra el TPCP es que facilita un mayor grado de independencia económica, lo cual redunda en mayor libertad política.
Puestos en la balanza la eficiencia del TPCP y el control sobre los cubanos, el régimen prefiere lo segundo, aunque aumenten las carencias y dificultades del pueblo. Tampoco importan las corrientes políticas, económicas y sociales imperantes a nivel mundial. Su filosofía radica en que el mantenimiento del poder absoluto lo justifica todo.