En un inesperado homenaje al ex Beatle, cuya música estuvo prohibida en la isla durante años, Fidel Castro transforma al paladín de la generación Peace and Love en nuevo ídolo de la causa revolucionaria.
Por Adolfo Fernández Saínz
En un inesperado homenaje al ex Beatle, cuya música estuvo prohibida en la isla durante años, Fidel Castro transforma al paladín de la generación Peace and Love en nuevo ídolo de la causa revolucionaria.
EEl último sábado de cada mes los socios del Club Beatles' Soul de La Habana se reúnen para oír música de grupos ingleses y americanos de los años sesenta, asistir a conferencias y participar en concursos de baile. Su distintivo es una camiseta con los rostros de los muchachos de Liverpool. Para sus cerca de 200 miembros el 8 de diciembre era pues una fecha que no podía quedar sin conmemoración. Se dieron cita en el Parque John Lennon del Vedado donde según había anunciado la prensa se descubriría un monumento al ex Beatle al cumplirse veinte años de su asesinato en Nueva York y por la noche habría un concierto en el que se interpretarían sus canciones. Cuál no habrá sido la sorpresa de la nutrida asistencia que allí se había congregado cuando tras un despliegue de guardaespaldas en uniforme de campaña se vio aparecer, sin previo aviso, nada menos que al Presidente Fidel Castro listo para inaugurar el monumento.
Nadie esperaba semejante politización del homenaje. El discurso pronunciado por Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, y los textos políticos que se leyeron antes de cada canción durante el concierto nocturno esbozaron el retrato de un Lennon perseguido político en Estados Unidos por sus actividades antibelicistas y gran compañero de causa de los revolucionarios cubanos.
Pero todos los presentes habían vivido una experiencia común que los discursos oficiales omitieron cuidadosamente: la música de los Beatles, la más popular del mundo, estuvo prohibida en Cuba durante años en la radio y la televisión. Los cubanos sabían de su existencia a través de discos y revistas que de tanto en tanto llegaban en la maleta de alguno viajero. La política oficial consistía en imponer la música cubana como si la foránea fuera portadora de un germen letal. El propio cantautor Silvio Rodríguez, que esa tarde ayudó al Presidente a descubrir la estatua, había sido suspendido de la televisión cubana por haber declarado en una entrevista su admiración por la música del grupo británico.
Pero no sólo se censuraba la música, sino también otros signos exteriores. Así el reglamento escolar ordenaba combatir "desviaciones" como el pelo largo, los pantalones estrechos y la minifalda, y más de una vez partidarios del régimen intentaron rapar a los jóvenes melenudos por la fuerza y en plena calle. A los que persistían en rendir culto a los Beatles se les acusaba de "diversionismo ideológico", concepto que abarcaba actitudes consideradas "antisociales" como el gusto por lo extranjero, la homosexualidad y la hostilidad a la Revolución. A fines de los sesenta, y en particular en 1968, hubo grandes redadas de hippies y los más recalcitrantes fueron enviados a campos de trabajo para su reeducación.
Sin embargo, pese a la censura, los Beatles se ganaron el corazón de los jóvenes cubanos. Su influencia se hizo sentir en toda la isla y modificó el aspecto y el comportamiento de la juventud, que se aficionó a escuchar los programas musicales de la BBC o de emisoras americanas cuando no se lo impedían los intentos del gobierno de interferir esas ondas prohibidas en Cuba. Ante el riesgo de cortar todos los puentes con esa juventud, el régimen comenzó a ceder, primero autorizando a grupos de rock españoles, luego ingleses, hasta que por fin en un programa radial empezaron a oírse las canciones de los Beatles.
El grupo inglés, y en especial John, se convirtieron en ídolos de la juventud cubana no porque se los considerara ciudadanos ejemplares ni por motivos ideológicos, sino por las mismas razones que en el resto del mundo: por su música y su simpatía. Fidel Castro declaró esa tarde que lamentaba haber conocido tan tarde a Lennon. Pero pese a este reciente reconocimiento oficial, nadie ha pedido perdón a toda una generación de cubanos y cubanas que no sólo no pudieron disfrutar libremente de los Beatles sino que fueron discriminados y hasta reprimidos por el mero hecho de admirarlos.
Ahora venimos a enterarnos de que siempre estuvimos en la misma trinchera con quien imaginó un mundo donde no hubiera Patria por la que matar o morir. Los fans de John no estarían más perplejos si se les dijera que a su héroe lo van a beatificar.