Los magros resultados de la zafra del 2000 y los pronósticos oficiales aún más pesimistas para la de este año demuestran la incapacidad del gobierno de sacar del atolladero a la primera industria cubana.
Por Héctor Maseda
Los magros resultados de la zafra del 2000 y los pronósticos oficiales aún más pesimistas para la de este año demuestran la incapacidad del gobierno de sacar del atolladero a la primera industria cubana.
La zafra del 2000 concluyó en Cuba con penas pero sin gloria. Fueron seis meses de sacrificio para casi medio millón de trabajadores. Detrás quedaron intensas lluvias en unas pocas áreas de cultivo, sequías en otras y falta de recursos materiales en la mayoría. Pero hubo que someterse a las exigencias irrealistas de los planes de producción a toda costa y a cualquier precio: pese a los magros rendimientos agrícolas, a las pésimas condiciones de vida de los trabajadores y en medio de una ineficiencia industrial ya crónica.
La campaña azucarera se llevó a cabo sólo en 110 ingenios azucareros de los más de 150 que posee el país, por no cumplir los restantes con los requisitos productivos exigidos por el Ministerio del Azúcar, y de las 110, sólo 80 concluyeron la molienda de acuerdo con lo programado.
La zafra del 2000 en Cuba preveía una producción de 4 millones de toneladas de azúcar de lograrse un aprovechamiento de la norma de molida del 80%. Pero cerró con este indicador al 75%, lo que equivale a un máximo de 3,8 millones de toneladas. Sin embargo, los voceros oficiales afirman que se han superado las cifras previstas, exactamente 4,056 millones.
De acuerdo con los datos de la historia azucarera cubana, la zafra de 2000 alcanzó un volumen de producción similar a la de 1924 (unos 4,1 millones de toneladas), en una época en la que casi no se recurría a fertilizantes y cuando funcionaban apenas 60 ingenios rudimentarios. Sólo fueron necesarios entonces tres meses de labor de unos seis mil macheteros, con corte y alza manual y con bueyes y carretas como medio de transporte entre campo de corte y fábricas procesadoras. Para la zafra del año pasado funcionó casi el doble de centrales, muy superiores tecnológicamente. Pero se empleó dos veces más de tiempo, con decenas de miles de macheteros, 900 combinadas cañeras, unas 6 mil alzadoras, más de 50 mil tractores y camiones, decenas de locomotoras y miles de vagones, sin contar las 100 mil toneladas de fertilizantes utilizados, en su mayoría químicos.
En 1997, al hacerse cargo del sector azucarero, el ministro Ulises Rosales del Toro había presentado un ambicioso plan que llevaría a una producción de más de 7 millones de toneladas de azúcar en 2002. Estamos, pues, muy lejos de la cuenta, ya que el ministro de Economía y Planificación, José Luis Rodríguez, anunció que la próxima campaña azucarera no superará los 3,7 millones de toneladas debido a la falta de caña en los campos. La información oficial parece renunciar a la retórica triunfalista y tener en cuenta la realidad. En efecto, en los campos de caña cubano no hay apenas plantaciones de buena calidad: las variedades son resistentes al clima, pero de bajo rendimiento o con pobre contenido de azúcar. La isla produce poco más de 3 toneladas de azúcar por cada hectárea de tierra sembrada de caña, la mitad de lo que hacía antes de 1959. La cosecha azucarera de este año debería figurar, como las ocho precedentes, entre las más bajas desde hace setenta años.
Si comparamos el costo de producción en Cuba de una tonelada de azúcar con los resultados obtenidos por los complejos agroindustriales de Australia, Taiwán o la República Dominicana, comprobamos que nuestra industria no puede competir: invertimos 16 centavos de peso cubano en producir una libra de azúcar que después vendemos a 5 centavos de dólar en el mercado internacional (un dólar equivale a unos 20 pesos cubanos).
El sector azucarero, espina dorsal de la economía cubana por más de un siglo, se encuentra en una situación lamentable pues la economía, como todas las ciencias puras o aplicadas, obedece a sus propias leyes, y no responde a caprichos ideológicos o discursos políticos. Es hora de quitarse la venda y empezar a ver la amarga realidad.