Cuando se cumple un año de la liberación de Kabul, Reporteros Sin Fronteras publica un informe sobre la situación de la libertad en Afganistán. A pesar de que ahora existe una "libertad inédita" para los periodistas, se mantienen algunas zonas de sombra: la prensa amordazada por los gobernadores, en las provincias, o los ataques contra los reporteros que investigan sobre temas delicados.
El 13 de noviembre de 2001 una mujer, con la cara descubierta, anunciaba la "liberación de Kabul". A pesar de que Kabul cuenta hoy con más de ciento cincuenta publicaciones y de que, según la opinión general, la libertad de prensa ha mejorado considerablemente, persisten algunas zonas de sombra: en las provincias, los gobernadores amordazan a la prensa; algunos de los periodistas afganos que trabajan para la prensa internacional están vigilados; la ley de prensa permite todavía cerrar publicaciones y encarcelar a los periodistas; algunos reporteros fueron agredidos por las milicias de los gobernadores, o por soldados norteamericanos, cuando investigaban sobre temas delicados, y las autoridades no han conseguido ningún progreso en lo relativo al asesinato de cuatro periodistas, en noviembre de 2001.
Reporteros Sin Fronteras publica un informe, tras una misión en Kabul y en Jalalabad, que establece el balance de un año de administración karzai, en términos de libertad de prensa.
Esa "libertad inédita", según la expresión del director del Kabul Weekly, no afecta a todo el país. En Herat, en Mazar-i-Charif y en Jalalabad, los gobernadores y los comandantes locales hacen la ley, y no tienen ninguna intención de respetar la libertad de prensa. Algunos periodistas fueron detenidos, golpeados y amenazados, por haber denunciado las actuaciones de los señores de la guerra, que se han repartido las provincias del país. Muy recientemente, algunos habitantes del norte del país fueron asesinados, por haber testificado a favor de un periodista británico. "Cuando escribimos, siempre debemos tener presente la amenaza de los señores de la guerra locales" explica, por ejemplo, un periodista del servicio en patchú de la BBC, en Jalalabad.
En Kabul, los periodistas independientes, apoyados por las organizaciones internacionales, han tenido que defender su derecho a la crítica. Entre noviembre de 2001 y mayo de 2002, el gobierno dirigió a la prensa varias citaciones, amenazas y reprimendas. Igualmente, cerca de una decena de periodistas afganos, que trabajan para medios de comunicación internacionales, han visto como las autoridades centrales o locales ponían dificultades a su trabajo, les amenazaban y les despedían.
Tanto la ley de prensa promulgada en Kabul en febrero de 2002, como el código penal, contienen decenas de artículos que permiten encarcelar a los periodistas y cerrar publicaciones, entre otras cosas por publicar informaciones contrarias al Islam, o a la seguridad nacional.
Finalmente, los servicios de seguridad se han demostrado incompetentes en la investigación sobre el asesinato de periodistas de Reuters, de Il Corriere della Sera y de El Mundo, que tuvieron lugar en noviembre de 2001, en la carretera que une Jalalabad con Kabul. Más allá del efecto que supone anunciarlo en la prensa, la policía no ha sido capaz de detener a los sospechosos a los que, sin embargo, afirmó tener identificados.