Fixers, esos guías-intérpretes que no vemos tras los reportajes
Reporteros sin Fronteras se une al homenaje que se rinde al periodista y fixer kurdo-iraquí Bakhtiyar Haddad, en la 24ª edición del premio Bayeux-Calvados de corresponsales de guerra. Los fixers no cuentan con un reconocimiento oficial. Ante esta situación, RSF anuncia que en adelante registrará de manera distinta lo que sucede con estos actores de la información, sin los cuales no sería posible el trabajo periodístico en las zonas de guerra.
Todos los periodistas franceses que trabajaron con Bakhtiyar recuerdan entrañablemente sus carcajadas. Ya nadie las oirá, la explosión de una mina las acalló para siempre: acabó con su vida y con la de los periodistas Véronique Robert y Stéphan Villeneuve el 19 de junio pasado cerca del casco antiguo de Mosul, la ciudad vieja, que al final fue reconquistada. Las carcajadas de Bakhtiyar ya no resonarán, pero la conmoción que provocó su muerte permitió recordar la existencia de los fixers, poco conocidos por la población en general. Se trata de una profesión que aún no es reconocida oficialmente en el gremio periodístico y que, sin embargo, se ha vuelto indispensable en los conflictos que se han multiplicado desde el fin de la guerra fría.
“Fixer” es la palabra con la que en inglés –proviene de fix, que significa reparar, arreglar, fijar– se designa al guía e/o intérprete que ayuda al periodista a establecer contactos en una región y lo orienta en la zona, de la que suele ser nativo. Este término, que apareció tras la primera guerra del Golfo, en 1991, hace referencia a una actividad que tiene múltiples facetas. Sin la ayuda de los fixers sería imposible hacer rápidamente el trabajo periodístico en zonas de conflicto y sería difícil hacerlo bien. La lista de contactos de estos guías permite abrir puertas y concertar entrevistas rápidamente. Sirve de brújula en un universo caótico en el que el conflicto ha borrado los puntos de referencia.
“Oriento a los periodistas para que puedan sumergirse en la situación incluso antes de que lleguen al lugar de los hechos", resume Bitta Bienvenu, quien trabaja como fixer en la República Centroafricana. Así, un valor esencial de estos guías-traductores-encargados de la logística es su conocimiento del lugar, su amplia red de relaciones, su familia, su tribu, sus amigos y todo tipo de contactos que les permiten garantizar la seguridad de los periodistas que acuden a ellos, pues los fixers también son a menudo los ángeles guardianes de los reporteros.
“Un homenaje que se impone y que debemos rendir a un hombre, Bakhtiyar Haddad. Asimismo, debemos reconocer una profesión que se ha vuelto indispensable en las zonas de conflicto y reflexionar sobre ella", señaló Christophe Deloire, Secretario General de Reporteros sin Fronteras (RSF). “Sin fixers, muchos reportajes no existirían. Sin ellos, los agujeros negros de la información serían más numerosos. Para dar cuenta mejor de su rol, en adelante RSF registrará de manera distinta los actos de violencia que padecen estos actores de la información. A la sombra de los reporteros, y en ocasiones poniendo en riesgo su vida, los fixers llevan a cabo la misma misión: informar”.
Un precio alto
Los fixers, al igual que los periodistas que trabajan en el lugar de los hechos, transformado en campo de batalla, corren grandes riesgos. Al punto de que a veces el nombre del fixer y el del periodista terminan unidos para siempre: entre 2011 y 2016, el afgano Zabihullah Tamanna y el estadounidense David Gilkey; el ucraniano Andreï Mironov y el italiano Andrea Rocchelli; el palestino gazatí Ali Shehda Abu Afash y el italiano Simone Camili, murieron juntos en la explosión de una bomba o de un obús.
Por otra parte, los fixers no sólo corren los riesgos inherentes a las zonas de guerra. Uno de sus puntos fuertes, el hecho de ser originarios del lugar, puede convertirse en su mayor debilidad. En dos ocasiones en Afganistán, en 2007 y en 2009, periodistas extranjeros y sus fixers fueron secuestrados. Los periodistas fueron puestos en libertad, pero sus fixers, Ajmal Nashqbandi y Sultan Munadi, fueron asesinados. El primero fue decapitado por los secuestradores, al segundo lo mató un comando de soldados británicos que iba a rescatar a su compatriota, el periodista Stephen Farrell.
Convertirse en fixer es exponerse a múltiples amenazas, entre las que no sólo se encuentran las de la línea del frente. Decenas de periodistas locales que trabajan como fixers y corresponsales para medios de comunicación extranjeros han sido asesinados en Irak, Siria, Yemen y Afganistán. En estos países, trabajar para un medio de comunicación extranjero puede convertirlos en blanco de los grupos armados que, según les convenga, los ejecutan o los secuestran. Akbar Khan, miembro de una gran familia pastún afgana, sufrió esta terrible experiencia hace 15 años, y no lo ha olvidado. “Había recibido advertencias. Varias personas me habían dicho que me costaría caro trabajar con periodistas extranjeros”. Pero nunca imaginó que podría pasarle algo a su familia. Jamás imaginó que su hijo de dos años pudiera ser secuestrado y perder la vida.
Salar Salim Saber, fixer iraquí
Los periodistas se van del lugar, los fixers se quedan
A diferencia de los enviados especiales, los fixers tienen pocas escapatorias. Bitta Bienvenu recuerda la imagen de un militar asesinando a una persona en las calles de Bangui, porque pensó que era un periodista de la agencia de prensa con la que Bitta trabajaba. El militar llamó a la agencia para decir que si lo molestaban, los atacaría. La amenaza incluía a todos los miembros, sin distinción. La cuestión es que “el periodista [al que confundieron] se fue a su casa, y yo me quedé", explica.
El que no se alejen de las zonas de conflicto los va dejando marcados, con heridas invisibles. "Este trabajo puede hacer que una persona se derrumbe, pues se siente impotente frente a tanta miseria y tanto sufrimiento” en su propio país, explica Salar Salim Saber, fixer en el norte de Irak y en Kurdistán. Los periodistas “corren tras las historias impactantes para hacer su trabajo", señala Ömer Faruk Baran, quien colabora con los medios de comunicación desde hace tres años en la región fronteriza con Siria. Ömer explica que el ayudar a los periodistas a dar cuenta de "las penas olvidadas", ha terminado por dejar en él "dolores indescriptibles”.
Zaher Said y Abdulalaziz al-Sabri, quienes se convirtieron en fixers en Siria y Yemen, respectivamente, se parecen a los sobrevivientes, traumatizados por las múltiples situaciones de guerra que han vivido. A fuerza de rozar la muerte en el lugar de los hechos para recabar información, sin poder alejarse nunca de la zona de conflicto, inevitablemente estos hombres se han visto afectados de forma permanente, sufren serios, profundos periodos de depresión.
Sospechosos de ser espías
Hasta atravesar los puntos de control puede ser más arriesgado para los fixers que para los periodistas a los que pasan de un mundo a otro. "Por ser originario de Donetsk, tanto el gobierno ucraniano como los separatistas pueden sospechar que soy espía", explica un fixer, quien ha sido detenido e interrogado varias veces por los servicios de espionaje de ambos bandos. A un compatriota Anton Skyba se lo llevaron hombres armados cuando regresaba a Donetsk en compañía de un equipo de televisión estadounidense. Gracias a la movilización de los medios de comunicación extranjeros lo dejaron en libertad cinco días después. Cuando regresó, con el rostro tumefacto y el cráneo afeitado, sólo deseaba algo: “olvidar esa pesadilla”.
El simple hecho de trabajar con extranjeros puede hacer que el fixer se convierta en un sospechoso. En un contexto de tensión, en que la mínima información puede considerarse delicada, basta cualquier cosa para que un fixer sea considerado un espía a sueldo del enemigo, real o imaginario. Saïd Chitour, fixer de la BBC, de France 24 y de The Washington Post en Argelia, lo sabe bien. Fue acusado de haber proporcionado a extranjeros “información clasificada, confidencial, que podría haber atentado contra los intereses del país”, razón por la que se encuentra tras las rejas desde el 5 de junio pasado. Corre el riego de pasar en prisión el resto de su vida.
Obligados al exilio
De ser considerado un espía a ser declarado traidor sólo hay un paso. Bitta Bienvenu y Akbar Khan tuvieron la desgracia de colaborar en la elaboración de reportajes en los que varios de los entrevistados murieron. En la primera ocasión, uno de los protagonistas que conocieron fue asesinado; una semana después, en otro caso, sucedió lo mismo; seis meses más tarde, otro de los protagonistas murió. En lo que concierne al primero, se trataba del jefe de un grupo armado que murió durante un enfrentamiento con una patrulla de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Centroafricana (MINUSCA) y la gendarmería centroafricana. El segundo, un comandante talibán, perdió la vida en un ataque de un dron estadounidense. Al final, los dos fixers fueron acusados de ser traidores.
Sufrieron tan graves amenazas que, tras haberse atrincherado en sus casas o en las de sus amigos, luego de haberse escondido durante semanas, incluso meses, optaron por dejar el país y exiliarse. "Hoy, ya no soy libre, siempre cargo un peso", lamenta Bitta. “Perder a su hijo y a su país es un precio demasiado alto", reconoce por su parte Akbar, quien actualmente vive en Francia. "Perdí mucho, pero los periodistas a los que ayudé me ayudaron a su vez, actuaron para apoyarme, y eso me dio fuerza", agrega.
Abdelaziz Sabri, fixeur yemenita
Se pueden hacer muchas mejoras
A pesar de las pruebas y dificultades que enfrentan quienes ejercen esta profesión, de todos los fixers contactados por RSF, son pocos los que lamentan haberla elegido. En realidad, la mayoría de ellos son periodistas locales o desean convertirse en reporteros y se han propuesto que “la verdad salga a la luz” en su atormentado país.
Es a la vez instructivo y “un honor trabajar con los grandes medios de comunicación y con periodistas extranjeros experimentados”, considera Abdulaziz al-Sabri, quien trabaja como fixer y camarógrafo en Yemen. Sin embargo, cuando fue secuestrado por un grupo armado mientras acompañaba a un periodista de Al Jazeera que realizaba un reportaje, se dio cuenta de que no contar con una acreditación profesional o del medio de comunicación extranjero para el que trabaja puede representar problemas de seguridad. Al igual que en el caso de los free lance, el gremio periodístico debe reflexionar sobre cómo proteger mejor a estos reporteros que viven en la sombra.
Los seguros (médicos, de vida), la formación en seguridad, el equipo (cascos y chalecos antibalas) son otros de los puntos en los que debería reflexionarse.“Los fixers necesitan la misma protección legal que los periodistas independientes”, afirma Salar Salim Saber, cuyo estatus mejoró desde que trabaja de forma regular para una agencia de prensa internacional en Erbil, Kurdistán. Salar también recomienda que aparezcan de manera más sistemática los nombres de los fixers en los créditos de los reportajes, como lo hacen por lo general los equipos de televisión de la BBC, para que no se olvide que “a menudo son ellos quienes propusieron el tema y organizaron las citas” con los entrevistados. Esto, para que a la dureza de profesión y a los sufrimientos que a veces implica, no se sume la falta de reconocimiento. Para darles al fin la visibilidad que merecen.