Del año de la serpiente al del perro, cinco años negros para el periodismo en China
Con motivo del año nuevo chino, Reporteros sin Fronteras quiere señalar que las cárceles chinas siguen teniendo a más de 50 periodistas y bloqueos actualmente privados de libertad, y quiere recordar que, del Año de la Serpiente (2013) al Año del Perro (2018), el Presidente Xi Jinping ha construido su autoridad sobre las ruinas de la libertad de información.
Una vez más, decenas de periodistas y blogueros pasarán las festividades de Año Nuevo en la cárcel, mientras su Presidente, en el poder desde 2012 y recientemente renovado para cinco años más, sigue imponiendo su visión de una sociedad basada en la censura y la vigilancia. Una sociedad de la que ha desterrado la ética periodística y el derecho de los ciudadanos a estar informados.
“Urgimos a la comunidad internacional a presionar al gobierno chino para que ponga en libertad a los informadores que tiene encarcelados”, afirma Cédric Alviani, responsable de la oficina de Asia del Este de Reporteros sin Fronteras. “El periodismo independiente es esencial para los derechos humanos y civiles y, al contrario de lo que dice el gobierno, es plenamente compatible con la cultura china, como podemos ver en Hong Kong y Taiwán”, añade.
Campaña contra los “rumores”
A principios de 2013, el Año de la Serpiente, muchos esperaban que el nuevo presidente trajera apertura y reformas, pero, pese a que su familia fue víctima de la Revolución Cultural, Xi Jinping ha impuesto una cultura mediática peor que la de la era maoísta.
El Presidente Xi Jinping ha acabado con la tendencia de algunos medios chinos a reflejar la variedad de opiniones de la sociedad china en su insistencia en percibir a la prensa como un instrumento para la “propaganda del partido”.
El Departamento de Publicidad del Partido Comunista Chino, que supervisa las actividades de 14 ministerios, instruye a los medios con una lista diaria de temas a tratar y temas prohibidos, bajo la amenaza de sanciones. Hasta los corresponsales extranjeros se quejan de este acoso al que les someten las autoridades.
Fuertes castigos ejemplares
En abril de 2016, el periodista Wang Jing fue condenado a cuatro años y medio de prisión por informar sobre un intento de suicidio político en la plaza Tiananmen. Hace dos años, acusaron a la ex corresponsal de Deutsche Welle, Gao Yu, de proporcionar material confidencial a un medio de comunicación extranjero; la obligaron a "confesar sus crímenes" en televisión y fue sentenciada a cinco años de prisión. Desde entonces, su pena se ha cambiado a libertad condicional, pero la periodista no puede salir al extranjero para recibir la atención que requiere su estado de salud.
Los periodistas ciudadanos y blogueros que han tratado de tomar el relevo de la información libre se han convertido en uno de los principales objetivos del llamado "arresto domiciliario en un lugar designado", una figura que institucionaliza el secuestro, la detención secreta y la tortura a los activistas. El bloguero Wu Gan, de 44 años, fue condenado a ocho años de prisión por denunciar la corrupción del poder. El periodista ciudadano Lu Yuyu, de 38 años, que documentó movimientos sociales, fue sentenciado a cuatro años de prisión. El periodista Zhen Jianghua, de 32 años, fundador del sitio anti-censura Across The Great FireWall, permanece encerrado en secreto.
Malos tratos
Aunque el régimen ya no aplica la pena de muerte a los activistas de la libertad de prensa, sí practica, no obstante, el maltrato generalizado. El año pasado, el ganador del Premio Nobel de la Paz RSF Liu Xiaobo, y el bloguero Yang Tongyan, murieron de cánceres no tratados durante su encarcelamiento.
En 2014, el editor de Hong Kong Yiu Mantin (Yao Wentian), que entonces tenía 75 años, fue condenado, a pesar de su edad y su mala salud, a diez años de prisión por tratar de publicar un libro en el que se criticaba al presidente Xi Jinping. Ese mismo año, el editor sueco Gui Minhai, de 53 años, que preparaba revelaciones sobre amantes del presidente, fue secuestrado en Tailandia. Aún sigue detenido y no le dejan recibir atención para la enfermedad que sufre, una dolencia neurológica grave.
Los observadores también están preocupados por la vida de Huang Qi, de 54 años, Premio Reporteros sin Fronteras en 2004 y fundador de la página web 64 Tianwang -qué también recibió el Premio RSF en 2016-, que lleva detenido desde hace más de un año; por el periodista ciudadano Ilham Tohti, de 48 años, Premio Sajarov 2016, condenado a cadena perpetua; por el periodista Liu Feiyue, de 47 años, fundador de la web informativa sobre derechos humanos Civil Rights and Livelihood Watch; y por Liu Xia, de 56 años, viuda del Premio Nobel de la Paz Liu Xiaobo, confinada en aislamiento desde hace más de ocho años.
Internet, bajo vigilancia
Con los periodistas y los blogueros bajo control, el presidente Xi la emprende ahora con el último nivel de circulación de información gratuita: las redes sociales y el software de mensajería. En 2017, las autoridades que regulan Internet prohibieron a los periodistas citar información de las redes sociales si no estaban "confirmadas" por el gobierno.
El régimen también ha introducido el cierre gradual de los servicios VPN extranjeros, que eluden la "Gran Muralla Digital", y la prohibición de los comentarios anónimos en Internet. La vigilancia de la Red ahora amenaza directamente a cada uno de los 770 millones de usuarios chinos de Internet: muchos de ellos ya han recibido sentencias de prisión por simples comentarios privados.
En un foro publicado en siete idiomas, el Secretario General de RSF, Christophe Deloire, hizo un reciente llamado a las democracias parlamentarias para que se movilizasen contra el riesgo de contagio del "nuevo orden de información" chino, que Pekín quiere promover de manera activa fuera de sus fronteras. China ocupa uno de los puestos más bajos en la Clasificación Mundial de la libertad de prensa de RSF, el 176 de 180 países.