La situación de la libertad de prensa se ha endurecido radicalmente, con dos acontecimientos de gran relevancia: en Birmania, el golpe de Estado militar de 2021 ha dado lugar a una represión encarnizada contra el periodismo, transformando al país, situado en la parte más baja de Clasificación de RSF (176º de 180), en una verdadera prisión para los profesionales de los medios. En Afganistán (156º), la toma del poder por parte de los talibanes ha agravado profundamente la situación de los reporteros y las redacciones, que se han vuelto el blanco de todo tipo de formas de intimidación y violencia.
La región de Asia-Pacífico, que concentra más de la mitad de la población mundial, sigue acusando fenómenos de tipo estructural, principalmente a través del intento de un control absoluto de la información por parte de los Estados. Si bien Corea del Norte (180º) sigue siendo el peor país en materia de libertad de prensa, China (175º) expande su contra-modelo de información, tanto dentro como fuera del país. Así, la región semiautónoma de Hong Kong (148º), que ha pasado a estar bajo control de Pekín, es la que más se desploma en la clasificación de RSF en 2022 (registrando una caída de 68 puestos). Vietnam (174º) o Singapur (139º), también han reforzado su influencia autocrática sobre los medios.
En los regímenes considerados como más democráticos, los medios de comunicación son objeto de presiones por parte de gobiernos cada vez más autoritarios y/o nacionalistas, tal y como sucede en la India (150º), Sri Lanka (146º) o Filipinas (147º). Algunos periodistas críticos sufren violentas campañas de hostigamiento, como la filipina Maria Ressa, Premio Nobel de la Paz en 2021.
Los medios de la región también están bajo el creciente control de los grandes grupos industriales, cuya influencia favorece la autocensura de los periodistas y las redacciones. Es el caso en Japón (71º), Corea del Sur (43º) o Australia (39º).
Por el contrario, el libre ejercicio del periodismo juega un papel fundamental en la consolidación de democracias emergentes, como Mongolia (90º), Bután (33º) o Timor Oriental (17º). Nueva Zelanda (11º) es un modelo regional a seguir, al haber implementado mecanismos de protección institucional contra las influencias políticas y económicas.